martes, 7 de febrero de 2012

Ante la muerte del pintor Antoni Tapies




A los 88 años fallecó en Barcelona, su ciudad natal Antoni Tapies, fundamentalmente pintor, pero también escultor y grabador. Lo conocí con motivo de la exposición antológica que se le dedicó en el Auditorio de Galicia de Santiago de Compostela en 1996 y que abarcó lo más destacado de su producción entre los años 1959 y 1995. Allí tuvimos ocasión de charlar durante un momento e incluso me dedicó el catálogo con su autógrafo y un mínimo dibujo.
El artista catalán nació en 1924 fue, a nivel mundial, uno de los más valorados en la creación del
informalismo partiendo de la abstracción más pura hasta el punto de que jamás ponía títulos a sus cuadros porque decía claramente: “Esa es una servidumbre que teníamos los artistas y muchos, yo entre ellos, la hemos superado. Lo que me interesa es crear y luego que el
espectador piense lo que quiera de acuerdo con lo que le sugiere”.
Nacido en el seno de una familia burguesa y de políticos catalanistas, se dedicó al arte de forma autodidacta, sobre todo a partir de una enfermedad que tuvo a los 18 años, concretamente una
tisis, durante cuya convalecencia de dos años se dedicó a hacer dibujos que siempre estaban influidos por las alucinaciones de sus estados febriles.
Cuando le pregunté algo sobre sus cuadros, me dijo que yo mismo tenía que crearme la idea en mi mente, “los cuadros que yo hago no necesitan explicación. Puede darse alguna pista, pero
nada más, porque una descripción intelectual iría contra la misma idea del arte. Cuantas menos palabras, mucho mejor”.
Su primer taller de trabajo lo instaló en Barcelona en 1946 después de abandonar los estudios de derecho para decantarse plenamente por el arte y en 1948 fue uno de los creadores del
movimiento “Dau al set” vinculado, fundamentalmente, con el surrealismo y el dadaísmo, con el poeta Joan Brossa como líder y artistas como Modest Cuixart o Arnau Puig, durando hasta 1956.
Uno de sus admiradores, que le ayudó en la primera exposición individual fuera de Cataluña fue Eugeni D’Ors que lo invitó a Madrid para el Salón de los Once. También tuvo gran
amistad y admiración con Joan Miró y Picasso durante un período que estuvo becado en Paris. Después de mostrar sus obras en la Bienal de Venecia se le abrieron todas las puertas del mundo, especialmente en los Estados Unidos.En 1967 firmó compromiso para la venta de sus obras con el marchante Maegth uno de los más importantes del mundo y poco después afloró su espíritu
catalanista, ya de familia, y antifranquista por lo que participó en diversos actos prohibidos, entre ellos el encierro en los Capuchinos de Sarriá y la marcha a Montserrat para protestar por el proceso de Burgos, por lo que incluso llegó a ser detenido aunque por pocos días.
Con la transición comenzó a recibir homenajes comenzando por una exposición antológica en la Fundación Tapies que él mismo había constituido para celebrar sus 80 años. Recibió varios premios entre ellos el Príncipe de Asturias de las Artes y lo más reciente en su vida púbica fue cuando en 2010, el Rey le otorgó el titulo de Marqué de Tapies.
No le gustaba la pintura muy figurativa, salvo raras excepciones. Ante un bodegón con frutas decía que “no es arte, lo que pasa es que la crítica es poco rigurosa en ese sentido”. Tampoco le gustaban los retratos al óleo “porque para eso se inventaron las cámaras fotográficas, y yo ni siquiera veo las fotografía, aunque mi mujer, hijos y nietos tengan muchas. Prefiero fiarme más de mi memoria”.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¡A quién no conoces?. Hoy se me antoja entrañable tu entrada. Toda su obra me ha hecho pensar. Un grande

Un saludo

ALBINO dijo...

Por ejemplo, no te conozco a ti más que a través de estos correos virtuales.
A mi me costó trabajo comprender a Tapies, pero el día en que charlamos, en menos de una hora me dejó convencido de su realidad

Marta Capote dijo...

Tapies es una de las máximas del Arte Contemporáneo: sin título, palabras, con la necesaria libertad para que cada uno le haga un hueco en su cabeza.
Albino, gracias por contarnos tantas cosas

ALBINO dijo...

En efecto, Marta, la obra que nos dejó Tapies no necesita títulos, porque siempre dejó total libertad al espectador para que cada uno la viese y la interpretase de acuerdo con su propia idea